Etiquetas
discográficas, el negocio de la música, formatos digitales, Ian Rogers, The zombie kids, TopSpin, zombie club
The Zombie Kids es un duo de música electrónica de Madrid que constituye un curioso caso de estudio. Llevan arrasando con su música varios años, siendo cabezas de carteles en festivales y animando fiestas por toda Europa y paradójicamente en estos días publican su primer disco. ¿Cómo puede ser que un grupo que triunfa desde hace varios años aún no tuviera ningún disco en el mercado? Sencillamente porque así funcionan las cosas en el mundo de la música en este momento.
El formato físico (cassette, vinilo, CD) fue durante mucho tiempo la forma en la que un grupo hacía llegar la música a sus fans. Ayudados por una serie de intermediarios (principalmente managers, discográfica, distribuidora y tiendas) la música se distribuía por el mundo. El formato físico era tan importante que hasta definía la longitud de los trabajos de los músicos. En la época de los vinilos, la duración habitual de un disco era unos 45 minutos, sin embargo con la llegada del CD, la capacidad de almacenamiento aumentó, permitiendo que los músicos se explayaran hasta los 74 minutos. Había veces que hasta tenían que rellenar con remezclas, curiosidades, temas inéditos o en directo porque si no llegabas a los 70 minutos, parecía que ese disco no merecía la pena.
El CD dio paso a los formatos digitales en Internet y aunque iTunes sigue trabajando con el formato «disco«, la realidad es que ya no hay ningún patrón de «grupo de canciones» o limitación a seguir. Tan pronto te encuentras discos de 100 minutos como singles perezosos sin más acompañamiento. Digamos que el formato digital ha hecho que el artista no tenga que encasillarse por el propio formato: edita la música que estima de calidad suficiente para sus fans, ni más ni menos.
Los que a lo largo de los años, hemos ido acumulando discos y discos nos encontramos con la paradoja de que toda esa música y mucha más, cabe en un pequeño y versátil reproductor de mp3 que va conmigo a todas partes. Ya sé que los nostálgicos me dirán que no hay nada como abrir un CD y revisar su folleto o incluso el fetiche que aporta el vinilo, pero no nos engañemos: desde que tengo toda mi colección de música digitalizada no he vuelto a abrir un CD salvo cuando me da un momento nostálgico (y son más bien pocos).
Pero no sólo los formatos físicos están en su fase final hacia la desaparición. Parte de la profunda crisis del sector de la música tiene que ver con otro de los jugadores: las discográficas. Desde los inicios del rock comercial hasta la llegada de Napster, la discográfica era la piedra angular sobre la que pivotaba el negocio de la música. Como músico, no tenías otro remedio que pasar por una discográfica si querías que tu música se diera a conocer. Durante años, consolidaron un modelo de explotación comercial basado en cuatro pilares: eran los encargados de seleccionar el talento (definían qué se publicaba y qué no), de producir y grabar los discos en costosos estudios, de distribuir la música hasta las tiendas y de promocionar a los artistas. Con la popularización masiva de Internet, estas cuatro funciones que desempeñaban las discográficas de forma casi autoritaria ha dejado de tener sentido, tal y como nos cuentan en este post del año 2008 inspirado en una conferencia de Ian Rogers, fundador de TopSpin.
La selección del talento no tiene sentido en un mundo donde la recomendación a través de Internet mueve los gustos de los consumidores. Cientos de aplicaciones actuales son capaces de descubrirte nuevas bandas a partir de un determinado estilo musical. Además, a partir de los 90 ya no se han vuelto a superar los récords de ventas de discos, principalmente porque el mercado es más grande y hay muchas más opciones. Digamos que la tarta se reparte porque los consumidores no estamos limitados a lo que los señores de las discográficas quieren que oigamos.
Los costes de grabación de un disco han caído en picado. De hecho hoy en día, cualquier persona con talento y con un mínimo de equipo puede hacer una grabación de una calidad a la que difícilmente podrías aspirar hace 10 años. La discográfica por tanto, ya no tiene que financiar la grabación.
La distribución de la música también pierde su sentido en el momento en el que el formato físico deja de ser interesante para el consumidor. Si trabajamos con formatos digitales, ¿qué nos aportan las discográficas?.
Finalmente, la promoción puede hacerse de muchas maneras pero las normas clásicas del marketing de muchas discográficas no dan grandes resultados en nuestro tiempo. En mi opinión, aquí es donde puede haber más oportunidades para las nuevas discográficas del siglo XXI.
Y una vez que somos conscientes de cómo está el panorama musical, volvamos a los Zombie Kids (si no les conoces, echa un vistazo a este vídeo con el que es, en mi opinión, su mejor single hasta el momento). Allá por el 2009, Edgar y Jay empezaron a pinchar en el club Aguacate ante 300 personas. Como vieron que la cosa funcionaba, se cambiaron a una sala más grande y lo rebautizaron como Zombie Club. Sus sesiones se hicieron cada vez más conocidas por el buen rollo y la diversión que transmitían, hasta el momento actual en el que todos los miércoles revientan la sala Heineken con más de 2000 jóvenes con un único objetivo: pasarlo bien y olvidarse de toda la energía negativa que nos transmiten en los telediarios.
Los orígenes de esta pareja son realmente humildes: Edgar tuvo un grupo de hardcore y trabajaba en tiendas de ropa de segunda mano. Cumhur Jay es turco de nacimiento, se mudó a Londres con 14 años y trabajó pegando carteles de prostitutas. Se casó con una española y eso le trajo a España donde conoció a su pareja artística. Las sesiones del Zombie Club se caracterizan por una mezcla ecléctica de rock de los 90 y la electrónica más actual, pero sobre todo por una actitud muy punk. En el primer aniversario de sus sesiones Zombies lanzaron 6000 dólares al público, algo que sin duda dio mucho que hablar. Un acierto más del marketing que les acompaña. El conjunto de todo ello hace que atraigan a modernos, artistas, poperos, punkis, fiesteros y toda la fauna nocturna más salvaje de Madrid.
A medida que la fama de sus sesiones crecía, iban atrayendo artistas de más talento a sus fiestas y con ellos fueron creciendo como DJs y productores. Cada cierto tiempo han ido lanzando algún single con un featuring de prestigio y un videoclip de acompañamiento. Pero nada de discos, no aportaban nada a su carrera musical. Sin embargo sí han tenido tiempo para abrir un bar en el corazón de Malasaña o lanzar una línea de ropa. Todo ello no ha hecho más que engrandecer su fama y consolidar su negocio.
Zombie Kids ha sabido dar la vuelta a la tortilla del mercado musical. Primero hay que crear una marca, generar un público y hacerle disfrutar contigo. Hay que ser constante y ofrecer diversión. Poco a poco van saliendo las canciones y forjando el estilo. Y lo último, 3 años después del nacimiento del Zombie Club cuando se les rifan en discotecas y festivales, llega el disco.
El verdadero éxito de los Zombie Kids es haber demostrado que las cosas se pueden hacer de otra forma. Así que atención músicos noveles: no esperéis resultados haciendo las cosas como se hacían en los 90. Tenemos mucho que aprender de los Zombie Kids y sin duda les considero un ejemplo a seguir.
¡Larga vida al Rock´n´Roll!