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Hace unos días compraba un replicador de puertos USB y al llegar a casa me escandalizó el embalaje tan desproporcionado que incluía.

Como se puede ver en la foto, para un pequeño replicador de puertos, nos dieron un libro de instrucciones donde indicaba poco más que «conéctelo y listo» (eso sí, en un montón de idiomas), 3 bandejas de plástico, una cubierta de cartón a todo color, un segundo libreto con documentación de garantía, el encefalonado exterior con sistema de alarma, una bolsa del centro comercial y el ticket correspondiente. Todo ello se fue a la basura nada más abrirlo.

Soy un enamorado del diseño y me encantan los packagings atractivos, pero creo sinceramente que el diseñador debe ser también el responsable de hacer un embalaje razonable, minimizando elementos no necesarios.

La basura que generamos en el primer mundo es un problema realmente serio y de difícil solución. Hay quién habla incluso de que «el objetivo debe ser basura cero. Si sabemos que algo no se puede reciclar, prohibamos su producción. La norma debe ser: no generes la basura que no vas a poder reciclar o reintegrar a la naturaleza«.

Algunos ejemplos: Llevarte una fiambrera al supermercado y que te sirvan el embutido o el queso sin ningún embalaje. Todos los líquidos pueden ser servidos en botellas de materiales reusables, serigrafiadas y sin etiquetas (como las antiguas botellas de gaseosa!). Un ordenador portátil puede ser adquirido en su propia bolsa de transporte y con la documentación en formato electrónico.

Aún sin llegar a ideas casi utópicas como la de la «basura cero», lo que está claro es que no deberíamos conformarnos con el actual sistema de reciclaje de las grandes urbes y tendríamos que intentar minimizar todo lo posible la generación de basura. Por eso diseños de packaging como éste, son un exceso que no nos podemos permitir como habitantes de un planeta más finito de lo que creemos.