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En una de mis cafeterías favoritas, habitual de mis cafés matutinos y de las salidas mundanas de la Reina Letizia y sus amigas, tienen junto a la puerta un reloj sin agujas. Me encanta mirarlo cuando entro y bajar mi ritmo. El reloj sin agujas me sirve como recordatorio de que debo disfrutar sin prisa cada sorbo de café.

No soy el único que piensa que vivimos demasiado deprisa, siempre pendientes de la hora, de la próxima cita, del próximo evento, bombardeados de estímulos e información. Deberíamos de tomarnos un poco más de tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas de la cotidianidad y de los éxitos que vamos consiguiendo y que en muchos casos no nos permitimos a nosotros mismos ni disfrutarlos.

Esta forma de pensar es la llamada filosofía Slow (Slow living, Slow movement, etc): llevar una vida mejor dedicando más tiempo para hacer las cosas con atención, huyendo de las prisas, encontrando el ritmo adecuado para cada actividad.

Así que si queréis un buen propósito para iniciar esta vuelta al colé, os propongo que leáis algo más sobre el movimiento slow y que nos tomemos la vida con un poco más de calma. Disfrutemos el momento sin prisas. Al menos yo, lo voy a intentar.