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Mi última colaboración en el programa Afterwork de Capital Radio volvió a ser desde casa. Llevamos más de un mes confinados y todavía no somos capaces de vislumbrar hasta cuándo durará esta situación. Por eso decidí dedicar mi participación a analizar cómo afecta la vida en confinamiento a los distintos grupos de población, así como a repasar los numerosos debates que han surgido a raíz del uso de la tecnología durante el encierro.

Una gran parte del grupo de adultos (entre 20 y 65 años) se ha visto obligado a adoptar fórmulas de teletrabajo de manera muy rápida y considero que la experiencia ha sido positiva. Se estima que el 50% de los trabajos en la actualidad son susceptibles de realizarse a distancia. Los adultos mantienen sus contactos profesionales y personales mediante teléfono, videollamada y aplicaciones de mensajería.

Quizás Whatsapp sea la más utilizada como herramienta improvisada para equipos de trabajo, en lugar de herramientas puramente profesionales como Slack o Teams. Pero los grupos de Whatsapp también han servido para la propagación de bulos sobre todo tipo de teorías alrededor del COVID-19, debido al reenvío masivo de muchos usuarios sin el más mínimo fact-checking. Aquí surgió el primero de los grandes debates después de que Facebook, propietaria de Whatsapp, limitara el número de reenvíos que un usuario puede hacer de un mensaje. Después del escándalo de Cambridge Analytica, la intoxicación digital del Brexit y las elecciones de Trump, Facebook se toma muy en serio su “teórica” neutralidad y su lucha contra las fake news. Por ello, Facebook ha incluido banners gratuitos a recursos de las autoridades de la salud en todo el mundo y eliminado miles de informaciones falsas. Aún así un estudio de la Fundación Avaaz indica que el 70% de los bulos no son detectados por Facebook.

Otro efecto de este encierro ha sido la normalización de la videollamada, una herramienta que ya era habitual para profesionales del sector digital y que a día de hoy ha experimentado picos de uso históricos. No solo nos hemos instalado en nuestros ordenadores y teléfonos todo tipo de herramientas como Skype, Facetime, Zoom, 8×8, Teams, etc, sino que nos estamos acostumbrando al protocolo que conlleva la videoconferencia grupal: apagar cámara cuando no es necesaria, respetar los turnos de palabra, mutear micrófonos en grandes grupos, etc. La normalización forzosa de la videollamada por el confinamiento hará que en el futuro podamos prescindir de muchos desplazamientos para reuniones que seguramente, podrán llevarse a cabo mediante videollamada, con lo que ello implica en la reducción del impacto medioambiental y en ahorro en tiempo para los participantes.

También ha sido muy relevante el enorme incremento del uso de comercio electrónico para los principales suministros del hogar. La avalancha de pedidos recibidos por los principales supermercados ha colapsado sus servicios online. Hablamos de miles de pedidos simultáneos que han provocado que los plazos de envío se alarguen a varias semanas o incluso que gigantes como Amazon, hayan tenido que mostrar en sus plataformas el temido mensaje de “sin ventanas de entrega disponibles”. Por ello, los supermercados han tenido que recurrir a medidas extremas para que no caiga su servicio, como limitar el tiempo de compra en la plataforma.

A pesar de las dudas al inicio del confinamiento, las redes de telecomunicaciones han sido capaces de soportar el altísimo volumen de tráfico generado en estos días. A ello ha colaborado la iniciativa de algunas de las empresas más grandes de Internet como Youtube, Amazon Prime y Netflix, que redujeron temporalmente la calidad de su streaming para no provocar colapsos en la red y facilitar el teletrabajo.

Respecto al grupo de población adolescente, hay que tener en cuenta que su vida digital sustituye a una buena parte de su actividad fuera de casa. Esto ya era así antes del confinamiento. En mi generación, la mayor parte de la vida de un adolescente transcurría en la calle. O salías o no tenías interacción social. Hoy en día, la comunicación con tus grupos de afecto puede desarrollarse perfectamente desde casa mediante todo tipo de apps y redes sociales: Instagram, Whatsapp, Telegram, Tik Tok, etc. Los adolescentes también han sido capaces de afrontar fórmulas nuevas de teleenseñanza y su ocio se ha basado en el uso intensivo de plataformas como Spotify, Youtube, Netflix o juegos en línea.

El grupo de los niños (menores de 10 años) son los más dependientes del contacto físico, de salir a la calle, ir al parque, correr, saltar. Además tienen más dificultades para mantener una teleformación estable ya que dependen de sus padres: el tiempo que les puedan dedicar, el conocimiento que éstos tengan sobre las distintas materias o los medios disponibles en casa (un ordenador, una tablet, una impresora,…). Algunos niños no pueden hacer los deberes porque no pueden imprimir los ejercicios que les mandan sus profesores. Ha habido iniciativas solidarias fantásticas como Policías Locales que se han ofrecido para llevar los deberes impresos a los niños que no disponían de medios.

El mayor debate alrededor de la educación de los niños se ha originado con el método para valorar la formación de los niños en confinamiento. El Gobierno ha propuesto un aprobado generalizado pero varios Gobiernos Autonómicos se han opuesto. ¿Cómo valoramos entonces a los alumnos? ¿Por los trabajos realizados? ¿Por su participación online? ¿Qué pasa con los niños que tienen toda la intención de participar pero carecen de medios? ¿Se podrían hacer exámenes en confinamiento si los niños no vuelven a las aulas hasta Septiembre?

Finalmente, en el colectivo de personas mayores (más de 65 años), hay que destacar su sorprendente adaptación al uso de la videollamada para mantener el contacto con sus familiares. Hay que tener en cuenta que en algunos casos, llevan más de mes y medio sin ningún tipo de contacto físico. En algunas residencias de ancianos se prohibieron las visitas antes del Estado de Alarma debido a la detección de los primeros casos. Ante la situación desesperada que se vivió en algunas residencias, los cuidadores y auxiliares utilizaron sus teléfonos personales para realizar videollamadas entre los ancianos y sus familiares. Son ejemplos de maravillosas iniciativas solidarias a título individual. Posteriormente, varios operadores han donado teléfonos, tablets y líneas de datos a hospitales y residencias para facilitar contactos con familiares.

Estos son algunas de las ideas que comentamos en directo. El programa completo está disponible aquí.

Espero, esta vez sí, que la próxima intervención ya sea desde el estudio de Capital Radio en el centro de Madrid.

Mucho ánimo a todos.