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Hace unos días me dejaron en la puerta de mi casa el tradicional libraco de las Páginas Amarillas. Como en años anteriores, procedí a bajarlo al portal como otros muchos de mis vecinos, a la espera de que el repartidor se los llevara. En esos días, el contenedor de papel tenía un par de docenas de guías de otros vecinos de mi calle que directamente lo tiraron.
Otro ritual que repito casi cada día es abrir el buzón y tirar a la papelera la publicidad indiscriminada que me buzonean, desde comida china a catálogos de supermercado lowcost. Es el spam analógico. En una ocasión oí que la efectividad de este tipo de campañas era de un 0,4%, pero me cuesta creer que sea tan efectiva.
También me encuentro de forma habitual a los señores que pegan carteles en las paredes con cepillos y engrudo. En mi barrio no tardan más de un par de horas en taparlos con otro cartel de otra campaña. En algunos casos, se llegan a acumular decenas de carteles unos encima de otros en unos pocos días.
Son sólo tres ejemplos de negocios obsoletos.
Este momento histórico que estamos viviendo tiene que traernos algunos importantes cambios de hábitos. Las personas y las empresas debemos ser conscientes de que los recursos naturales son finitos, demasiado finitos y no podemos permitirnos ciertas estrategias comerciales de otra época.
Se habla de que el modelo del capitalismo actual está agotado, de que tenemos que cambiar la forma de hacer las cosas y lo que tengo muy claro es que la eficiencia tiene que ser parte de nuestro nuevo ADN. Que unos pocos vecinos consulten un par de veces al año las Páginas Amarillas, no puede justificar el enviar guías de manera indiscriminada a todo el barrio. O repartir decenas de miles de octavillas en los buzones para que unos pocos hagan un pedido de comida china.
Quizás esta crisis nos haga recapacitar sobre los excesos que hemos cometido en los últimos años y sin duda, la eficiencia tiene que ser uno de los mandamientos que debería guiar el comportamiento de las personas y las empresas en los tiempos que vienen.
José Manuel,
Te sorprenderás la cantidad de gente entra en la tienda con el folleto porque quiere algo que ha visto en él, incluso cuando ha finalizado el plazo.
Otra cosa es la rentabilidad de la inversión en sí, que sí es cuestionable en determinados momentos, pero que se hace imprescindible en los momentos iniciales, donde no te conoce nadie.
Yo personalmente miro la publicidad que llega a mi casa, siempre que sea de temas que me gustan, como deportes o tecnología.
Y totalmente de acuerdo contigo, las páginas amarillas se tiran, y solo se le quita el plástico protector para tirarlas al contenedor de papel.
Un abrazo