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15M, anarcocapitalismo, anarquía de mercado, anarquia, anarquia comunista, corrupción política, despilfarro, mala gestión, movimiento 15M
Para evitar malentendidos, me gustaría empezar este post diciendo que soy un convencido de ciertos servicios públicos: durante mi vida he tenido magníficas experiencias en varios hospitales públicos, he estudiado en universidades públicas y disfruto diariamente del hecho de que nuestro país sea una sociedad ordenada.
En diversas ocasiones he expresado en este blog mi convicción de que un Estado se debe construir sobre una base sólida de solidaridad, con unos servicios públicos que garanticen educación, sanidad y convivencia pacífica para todos los ciudadanos, aunque en muchas ocasiones estoy en completo desacuerdo con servicios públicos que no entiendo y que no se han pensado para los ciudadanos sino para la grandeza de los políticos de turno o para tratar de desenfangar las arruinadas arcas públicas.
En los últimos años han sido desgraciadamente habituales dos grandes males en nuestro Estado: por un lado, una lista que parece infinita de casos de corrupción que han llegado a todas partes, desde la Corona hasta lo más alto del partido de Gobierno, pasando por el resto de formaciones políticas, justicia, gobiernos locales y ayuntamientos. Por otra parte, se han destapado cientos de casos de despilfarro y mala gestión por parte de los equipos de gobierno: desde aeropuertos absurdos hasta todo tipo de infraestructuras que no sirven para nada. Ya no nos creemos las excusas de nuestros políticos diciendo que son solo casos aislados: la corrupción y la mala gestión se extienden por todas partes.
En un momento como el actual en el que la crisis se está cebando con los más humildes, es muy duro leer noticias constantes sobre corrupción y despilfarro. Parece que estos dos cánceres son imposibles de curar. Movimientos como el 15M representaron la explosión de la rabia hasta entonces contenida, de una sociedad cansada de que la tomen por tonta.
Y en este momento es en el que algunas voces resucitan filosofías políticas como el anarcocapitalismo o anarquismo de mercado. Sus tesis son sencillas: el Estado ha demostrado sobradamente que no se puede confiar en él. La corrupción y el despilfarro son una lacra contra la que no se puede luchar, por eso los anarcocapitalistas defienden el desmantelamiento del Estado tal y como lo conocemos, confiando en entidades privadas para que ofrezcan todos los servicios que el individuo pueda necesitar. Es el liberalismo de mercado llevado al extremo.
El anarcocapitalismo no es un concepto nuevo; sus orígenes datan de mediados del siglo XX. Tiene en común con el anarquismo clásico la abolición del Estado, aunque el anarquismo tradicional defiende la propiedad comunitaria de los bienes, bajo una economía gestionada por la comunidad. Por su parte, el anarcocapitalismo se entrega a la más pura economía liberal, donde el individuo deberá mirar por sus propios intereses y en ningún momento podrá esperar el apoyo de «Mamá Estado».
Mi primera impresión al acercarme a este tema fue que un «Estado sin Estado» no podría existir, pero reflexionemos un segundo: ¿sanidad? cada día más gente recurre a sanidad privada, con o sin seguros médicos, ¿educación? disponemos actualmente de una oferta educativa privada mucho más amplia y cercana a la realidad que la pública, ¿seguridad? existen más empresas de seguridad privada que policía y los ejércitos de las grandes potencias se nutran de subcontratas y no de militares profesionales, ¿fronteras? la Unión Europea hizo desaparecer sus fronteras y la tendencia es a unificar cada vez más, ¿pensiones? sin duda no podemos confiar en un sistema que se muestra insolvente en el medio plazo, ¿justicia? quizás este sea el tema más escabroso, pero ante un conflicto entre dos partes, siempre se puede recurrir a un tribunal de arbitraje, algo que por cierto, se usa cada vez más ante la desesperante lentitud de la justicia ordinaria. Por tanto, no es descabellado pensar que podría existir un «Estado sin Estado».
Si dejamos de pensar en el Estado como esa madre que siempre nos recibirá con los brazos abiertos cual hijos pródigos y si creemos de verdad que el individuo puede actuar con ética en un mundo sin leyes, lo cual sería aceptar que el ser humano es bueno por naturaleza, podríamos plantear un escenario anarcocapitalista como completamente viable, aunque no hay ningún tipo de precedente. Quizás Internet podría ser un ejemplo de «estado virtual anarcocapitalista» por encima de fronteras y jurisdicciones.
Lo que no sé, si desmanteláramos nuestro Estado, es que haríamos con la infinidad de políticos que hay en España que en muchos casos no saben hacer otra cosa que ser «Hombres de Estado«.
¿Qué opináis? ¿os parece una posibilidad real o una locura?
Yo voto por el Narcocapitalismo. O sea poner una dosis de somnífero de larga duración a los dirigentes y bajo la hipnosis, al despertar, !chap! sólo puedes decir la verdad y sólo tienes el «poder» de hacer bien.
El capitalismo, mi querido Jose Manuel, ya es anárquico. El sistema es capitalista con los beneficios y socialista con las pérdidas. Es perfecto….sólo que tienes que estar arriba. Si estás abajo el que manda es Darwin y sólo sobrevivirán los más fuertes…perdón los más poderosos. O sea que Darwin también se equivocó. ¿quién está entonces al mando de la verdad? Supongo que la naturaleza que nos pondrá a todos en nuestro sitio. El mundo ya era mundo antes de que apereciera el virus del «homo sapiens».
Un abrazo
Jose
Me ha encantado tu comentario Jose. Gracias por tu opinión! :-)
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Erras en un aspecto, y es que una sociedad anárquica SI tiene ley. Te invito a leer este extracto de un paper de Bruce L. Benson (el enlace al original se encuentra al principio) sobre cómo funciona el sistema legal en sociedades anárquicas:
http://dvheld.wordpress.com/2014/02/03/ley-entre-los-nativos-yurok-y-sus-vecinos-de-california-del-norte/
Muy interesante Dusan… gracias por tu aportación.
Precisamente porque no se puede confiar en que el ser humano sea bueno por naturaleza es que es más seguro el anarcocapitalismo que un Estado. Si el ser humano, de por sí, puede ser malo, ¿por qué encima darle poder? El Estado es, precisamente, el monopolio del poder coactivo.
En un mercado libre, el interés particular de las personas será lo que beneficie a toda la sociedad. El panadero, en busca de su beneficio, hará buen pan a buen precio. Si otro monta una panadería tendrán ambos que competir y hacer cada vez mejor pan a mejor precio. Y así, en un mundo de intercambios voluntarios, todos tendríamos mejores servicios y productos, Por contra, actualmente, el primer panadero pediría ayuda al Estado para que prohibiera al segundo ejercer, o marcara precios máximos o precios mínimos, etc. Todo ello no basado en la voluntariedad, sino en la coacción.
Evidentemente esto que hablo del panadero es extrapolable a sanidad, educación, defensa, justicia, etc. como bien apuntas en tu artículo.
Ignacio, tu tesis (la de Adam Smith) es muy razonable… pero en el momento en el que hablamos de grandes corporaciones en lugar de pequeños profesionales, los intereses ya no están tan claros.
Gracias por tu aportación! :-)
Si no hay Estado y una poderosa multinacional decide crear uno a su antojo. ¿Quien se lo impediría?
Buena pregunta…. ¿un tribunal de arbitraje?
¿Estás diciendo que en ausencia de una banda de ladrones podría llegar otra a ocupar su lugar y que la solución a eso es poner a una banda de ladrones a cargo antes de que llegue otra? Prefiero vivir un período de paz en anarquía seguido de la aparición de un estado que darle a los bandidos todo en bandeja de plata.
De todos modos, las culturas anárquicas que han existido en la historia rara vez «generaban» un estado. Lo más común era que llegaran invasores en números y poder mucho mayores o con mucha suerte. Los indígenas norteamericanos no podrían haber sido conquistado si no hubieran muerto 2/3 de su población víctima de enfermedades poco antes de la llegada en masa de los europeos. Inglaterra nunca logró conquistar a Irlanda. Islandia vivió pacíficamente varios siglos en anarquía. Aún hoy siguen existiendo culturas anárquicas.
Y respondiendo más directamente a esa pregunta, alguien que ha vivido toda su vida en una sociedad libre anárquica va a encontrar generalmente tonta la idea de un gobierno, de la misma forma en que un niño que ha sido educado en casa usando el homeschooling encuentra estúpido el sistema educativo imperante.