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El pasado jueves participé en directo en el programa Está Pasando de Inés Ballester en Telemadrid para tratar de manera divulgativa los conceptos de obsolescencia programada y durabilidad. Todo ello al hilo de la nueva Ley de la Unión Europea en la que se obliga a los fabricantes de aparatos de uso doméstico a mantener repuestos durante un plazo de 10 años desde el momento de la compra. Como curiosidad, rotularon mi nombre junto con el título “experto en obsolescencia programada”. Algo que claramente no soy. Solo considero que me interesa el tema e intento informarme. Fallo mío por no dejarlo claro antes del programa.

En formato debate y con la ayuda de las contertulias habituales del programa, definimos obsolescencia programada como una estrategia comercial que busca, de forma intencionada, acortar la vida útil de un producto. Podemos hablar de “obsolescencia técnica” cuando se trata de esa pieza más débil que el resto que hace que el producto se vuelva inservible, o de “obsolescencia psicológica” cuando se transmite al usuario la sensación de que el producto ya no está de moda o no es lo suficientemente moderno.

La Ley de Obsolescencia de la Unión Europea trata de poner coto a esta estrategia comercial de los fabricantes, marcando, entre otras iniciativas, un plazo de 10 años en los que están obligados a suministrar repuestos. Aplica a varias categorías de productos como neveras, lavadoras, lavavajillas, displays (entre los que se incluyen los televisores) y lámparas. También algunos productos complementarios como fuentes de alimentación, motores eléctricos y cámaras frigoríficas de vending. Dicha ley llega como la respuesta a una demanda social: el Eurobarómetro 2017 indicaba que el 77% de los ciudadanos prefiere reparar sus aparatos domésticos que sustituirlos por uno nuevo. Pero también llega por una clara demanda medioambiental: la fabricación consume recursos naturales y la sustitución produce ingentes cantidades de residuos.

Aunque la ley es un claro paso adelante contra la obsolescencia programada, ha recibido críticas de colectivos de usuarios nada más nacer, puesto que:

  • No garantiza el suministro de piezas al usuario final sino a un intermediario. Imposibilita, por tanto, que el usuario pueda arreglar sus propios productos
  • No incluye ninguna obligación de eliminar las piezas débiles en el diseño
  • No obliga a diseñar productos que faciliten la reparación ni a publicar ningún tipo de documentación al respecto

También se critica que han dejado fuera de esta ley a los fabricantes de electrónica de consumo (móviles, tabletas, consolas y ordenadores). La queja de estos fabricantes es que la nueva ley mataría la innovación y Europa no se ha atrevido a imponer medidas para facilitar la reparación o la interoperabilidad.

El programa completo está disponible aquí (mi participación a partir del minuto 30). También han publicado un extracto en la web de Telemadrid titulado “¿Hasta cuándo duran los electrodomésticos?” y este tweet con un vídeo de un minuto con la explicación de los conceptos de obsolescencia programada y durabilidad.