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Ayer participé en un reportaje en el programa Esta Pasando de Telemadrid en el que tratamos de forma un tanto superficial algunas ideas alrededor de la Renta Básica Incondicional. Considero que el tema merece una cierta reflexión más allá de la brevedad del reportaje y de los habituales comentarios joviales, e incluso frívolos, a favor de cobrar 1200€ por no hacer nada. Todo ello surgió al hilo de esta noticia: una prueba piloto en Alemania en la que 122 personas recibirán 1200€ al mes durante 3 años con el objetivo de probar las consecuencias en las personas de una renta incondicional.

La verdadera pregunta no sería si quieres cobrar 1200€ por no hacer nada, sino más bien qué podemos hacer ante un escenario de altas cifras de paro de larga duración a la que las sociedades occidentales se van a enfrentar en una década. La tecnología está haciendo que grandes cantidades de empleo formal desaparezcan. 

Sectores como la banca ya están inmersos en procesos de eliminación de empleo ante el avance de la digitalización. Además hay un tema cultural: los menores de 40 años no pisan una sucursal bancaria ni para pedir una hipoteca. El coche autónomo eliminará enormes cantidades de puestos de trabajo en el transporte de personas y mercancías. Una pequeña reducción en el coste de los etiquetados RFID eliminará todos los actuales cajeros de supermercados. Y podríamos seguir enumerando muchos sectores que generan grandes cantidades de puestos de trabajo y que desaparecerán en una década. 

El hecho de que la tecnología sea capaz de generar mucha riqueza, debería servir también para repartir esa riqueza de una forma más justa, o al menos, no convertir nuestras sociedades occidentales en paraísos solo para unos pocos. Esto no es un debate político ni un pensamiento de izquierda radical. Al igual que el sistema de pensiones necesita una revisión profunda ante el incremento de la esperanza de vida y la reducción de la natalidad, la tecnología está creando una brecha enorme e insalvable entre los profesionales cualificados y no-cualificados. Por eso es que el experimento alemán es muy interesante tanto desde un punto de vista económico como sociológico.

Para empezar deberíamos apellidar correctamente a la llamada «renta universal». Debería ser llamada Básica (porque tiene que ser adecuada para mantener a una persona o su familia de forma digna) e Incondicional (sin depender de otros factores como disponer de otras rentas, edad, sexo, procedencia y por supuesto, afiliaciones políticas). Por tanto, deberíamos denominarla Renta Básica Incondicional

Respecto a las consecuencias de esta renta, hay dos teorías que explico en el reportaje. Por una parte hay quién piensa que los receptores de la renta se convertirían en unos vagos que no querrán hacer nada. Yo tengo mis dudas al respecto. ¿Te gustaría estar todo el día sentado en el sofá sin absolutamente nada que hacer cobrando una renta que te cubre las necesidades básicas y poco más? Aquí surge la otra teoría, quién piensa que las personas que reciban la renta querrán vivir con algo más que el mínimo imprescindible. Por eso opinan que tendrán más libertad para elegir a qué se quieren dedicar, podrán formarse y quizás también, dedicarse a labores altruistas, intelectuales o artísticas que nos hagan mejorar como sociedad.

El experimento alemán no es único. El tema está siendo debatido en la mayoría de países del primer mundo. En Suiza hubo una iniciativa popular que llevó el tema a referendum en 2016. La pregunta era sencilla: ¿Te gustaría que el Estado cubriera una renta básica incondicional de unos 2500 Francos Suizos al mes (unos 2200€)? El 77% de los Suizos votó que no. ¿Qué habría pasado en España?

El programa completo está disponible aquí. Mi participación a partir del minuto 32.