
Desde hace unas semanas y como todos los años, asisto perplejo a un espectáculo que no logro entender: las famosas colas para comprar lotería de Navidad en la administración madrileña de Doña Manolita.
Esta administración es una de las históricas. Se fundó en 1931, inicialmente en Gran Vía, 31 y en la actualidad tiene su sede en la calle del Carmen, 22. En esta nueva ubicación, amarga la vida al resto de comerciantes vecinos, con las largas colas que colapsan entradas a tiendas y escaparates. En estos últimos años, ha habido incluso que dotar de guardias de seguridad para que se respeten los accesos al resto de establecimientos de las calles anexas y velen porque ningún listillo se cuele al ver las larguísimas colas que se forman.
Es cierto que Doña Manolita ha repartido muchos premios, pero también es verdad que es debido a su larga historia y al gran volumen de ventas que mueven, porque junto la Bruixa d´Or en Lérida, deben colocar un gran porcentaje de toda la lotería navideña.
Por tanto, mi pregunta: ¿qué misteriosa razón arrastra a la gente a pegarse una cola de varias horas, en muchos casos con un frío bastante importante, para comprar un billete de Lotería que cómo todos sabemos y las matemáticas más básicas demuestran, tiene las mismas posibilidades que cualquier otro de resultar premiado? Sólo se me ocurre una respuesta: el buen uso de la ilusión como herramienta de venta.
Dos últimas reflexiones para las señoras y señores que compran lotería en Doña Manolita:
UNO, no pierdan el tiempo esperando colas y repasen las matemáticas más básicas. Les vendrá bien no sólo para darse cuenta de que están haciendo el tonto, sino para facilitarles otras actividades comunes del día a día.
DOS, hagan una buena obra comprando lotería a cualquier otro lotero que le ofrecerá el mismo producto por el mismo precio y les estará bastante más agradecido.
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